Todos los días tenemos tareas. Hoy me toca escribir un testimonio. Un testimonio quiere decir que fui testigo… de algo. ¿Cuántas de nosotras, al ingresar a Las Esclavas, nos preguntamos por qué ese nombre? Además de que, por la localización en aquellos tiempos, frente a una fábrica, éramos «Las Esclavas Lavan con Ava»… pero el slogan no lo decía todo… Algo bueno debía tener este colegio, cuando tantas niñas iban ahí. «Algo bueno»… pues aquí comienza mi testimonio:
En aquel patio cuadrado con su piso de cemento, donde varias nos raspamos las rodillas, fui testigo del nacimiento de muchas amistades, que hasta hoy perduran.
En los salones, sí, esos por donde entraban los aromas de la mencionada fábrica, y en aquellos que un día se les voló el techo, y en aquel que parecía un museo de máquinas de escribir y en el laboratorio donde perpetuamente colgaba un esqueleto, fui testigo de grandes oportunidades de aprendizaje, de clases impartidas por valientes profesoras y profesores que no siempre valoramos en su momento y no por eso dejaron de cumplir a cabalidad con su deber.
En los pasillos, sobre los mosaicos verdes con chocolate, fui testigo de sana diversión entre juegos de jacks, de ligas y hasta de muñecas, así como de lectura de paquines y otras cosas…
En el gimnasio, fui testigo de actos heróicos entre pelotas de voleibol que nos rompían las uñas, juegos de básquetbol que más bien parecían rebatiñas y de las famosas prácticas de la banda… así como desde las gradas, fui testigo de las más divinas conversaciones entre loncheras y los más entusiastas gritos cuando el A jugaba contra el B.
En los recreos fui testigo de lipidias, de limosnas para pan de dulces, cañones y pastelitos, de botellas de soda que pasaban de boca en boca, de alguna lagrimita y muchas, pero muchas risas, de baños ocupados y sin papel, de fuentes de agua con sus interminables filas en el espectacular calor y cuando ya casi llegabas, la compañera de adelante «pasaba» a una amiga, entonces te llegaba el turno y no solo tocaba el timbre, sino que el agua estaba caliente. En el salón de actos fui testigo de misas, regaños, cantos con guitarra, actos, veladas…
Testimonios… cuántos… tantos, que hoy no sería quien soy sin lo vivido. Testimonios de compañerismo, de profesionalidad, de algunos actos de inmadurez que si ayer nos hicieron llorar, hoy podrían hacernos reír… ¡o viceversa!
Nuestro Himno dice: «A la dicha al placer y al encanto de esta alegre y querida mansión», una mansión que ya no está físicamente, pero que si todas en este momento cerramos los ojos, aquí la veremos, con las monjas de blanco caminando (algunas incluso nos acordamos de las monjas de negro), con Paula y Georgiana llamándonos la atención, con Emilia en la secretaría, la biblioteca con su olor a libro viejo, la eternamente prohibida portería, nosotras con la falda de cuadros enrollada en la cintura, la camisa por fuera y las mangas arremangadas (y antes de eso, el uniforme blanco, entero, con el zipper de lado, el corbatín azul marino con el pin y los zapatos de dos colores que eran un lío para embetunar).
El Himno también dice: «El colegio es el cálido hogar», cálido, sí, ¡qué calor! Pero además el colegio fue nuestro hogar por muchos años, en el pasábamos más horas que en la casa… en él muchas hicimos las amigas que son como hermanas.
«Qué felices se pasan los días, saturados de paz y de amor», sí, con todo y las tareas, los exámenes, las maquetas, fueron días felices.
«Donde tú, madre mía soñabas, mi instrucción y virtud cultivar»… y así fue, en el colegio aprendimos a ser las mujeres que somos hoy, con defectos pero también con virtudes, a punta de castañuelazas monjiles las aprendimos.
«Pura ciencia ilumina las mentes»… acuérdense del esqueleto.
Y, para no aburrirlas, recordemos la frase final de nuestro Himno: «nuestra marcha será decidida con el lema: Dios, Patria y Hogar». Qué mejor testimonio que este que tenemos frente a nuestros ojos. Han pasado los años, han pasado las generaciones, han tumbado las paredes del colegio y aquí seguimos nosotras, como un solo cuerpo de exalumnas con cosas en común.
Ya decía yo que algo bueno tenía que tener ese Colegio de Las Esclavas.
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